Arasanz Garcia

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Visita a las bodegas de Arzuaga.

Escrito por Javier (Navegante), fechado el 21 de abril de 2018.

Castillo de PeñafielEn la ribera.

SALIDA DE MADRID.

El sábado 21 de Abril de 2108, a las 9:20 de una mañana cubierta de nubes, fresca, húmeda, salimos de casa en dirección al hotel Arzuaga, en la Ribera del Duero.

La ruta estaba estudiada, saldríamos por la A-6, para al llegar al Alto del León, evitando así el peaje y el túnel, mucho más aburrido que las curvas de la carretera del antiguo puerto que unía Madrid con Castilla León. A la altura de San Rafael, tomaríamos la N-603 para desembocar en la SG-723. Seguiríamos por carreteras comarcales, atravesando Abades, Garcillán. Tomamos entonces la SG-V-3311 en dirección a Añe. Atravesamos poblaciones como Bernardos, Navas de Oro, Samboal y Narros de Cúellar, unidos por la comarcal SG-342. Pasamos Aroyo de Cúellar para llegar a través de una recta a la Población de Cúellar, famosa por su castillo.

Salimos de Cúellar por la SG-V-2035, y tomamos la carretera SG-203 en dirección a Torrescárcela. La SG-203 pasa a llamarse VA-203, indicando que acabamos de pasar a la provincia de Valladolid. Atravesamos Cogeces del Monte para terminar en la ribera del Duero, en Quintanilla de Onésimo. A pocos kilómetros en dirección Burgos, nos encontramos con nuestro destino, el hotel Azuaga y las bodegas del mismo nombre.

Se han sucedido terrenos de labor de largos horizontes con manchas de monte aún dormido en estos primeros días de primavera, los robles dormitan esperando despertar del largo letargo del invierno en estas tierras Castellanas. La herida profunda del agua del Duero, nos sobrecoge en esta ultima parte del viaje.

Una vez instalados en el hotel, partimos hacia Peñafiel, pasamos las bodegas de Vega Sicilia y al fondo se destaca el Castillo de Peñafiel, encaramado en el promontorio de la ciudad del mismo nombre, orgulloso de su pasado asomándose a la ribera del Duraton, justo antes de que éste vierta sus aguas al Duero. Tras un breve paseo por la población, entramos en el restaurante Molino de Palacios, donde unas castellanas viandas nos deleitaron la rutera mañana.

VUELTA AL HOTEL Y VISITA A LA BODEGA.

La visita a la bodega parte del mismo restaurante del hotel. Vamos hacia el comienzo de la visita, observando, los olores acompañan nuestros pasos en las enormes naves que estamos atravesando.

Vides

Bodegas.Enbotelladora.Lucio Del Campo Gómez

Llegamos a una nave enorme, repleta de cubas de acero inoxidable, en las que nace el proceso de la creación del vino. El proceso parte de la tierra, de las viñas al sol, regadas por las húmedas brisas del Duero, recogido el racimo, separado de las garras de la vid, se deja fermentar en las enromes cubas que asombrados contemplamos en la bodega, hablan de miles de litros y de como la uva se procesa dentro de estas cisternas.

Una vez fermentado el vino, pasa varios procesos y al final termina en barricas de madera, noble madera de roble, de grano gordo y veta ancha, el americano y de grano fino, como delicado, de veta sugerente el francés. En estos toneles el vino se cría, se cura, se envejece, con mimo eterno, después del paso del tiempo, se embotella. La envasadora, una enorme imagen de un pulpo, con brazos hidráulicos y cintas transportadoras sopla el vino, dentro de su vestido de cristal verde, que cuidará de él hasta que en un viaje, largo viaje, llegue a nuestras mesas, para deleite de paladar, nariz, vista y corazón.

No soy un experto en los procesos del vino, podéis leerlo en muchos sitios, pero las fotos nos dan una idea de la enormidad, limpieza y estado de las instalaciones, para nosotros, los visitantes, quedan otros recuerdos, como el aroma de alcohol del vino en fermentación, los suaves aromas de madera que emanan de los toneles y la humedad del ambiente. Esto amigo solo lo podrás experimentar si viajas a una bodega, el resto puedes leerlo en cualquier sitio.

Abandonamos la visita a la bodega en el momento de la cata de un vino, ya que empieza nuestro cursillo de cata y maridaje. Entramos en un salón con una mesa en forma de una larga s, delante de cada asiento cinco copas.

Aparece el sumiller, Lucio Del Campo Gómez, galardonado como nariz de oro, nos acompañara y mostrara la difícil tarea del maridaje.

No voy repetir todos y cada uno de los momentos entrañables que pasamos en su alegre, divertida y apasionante compañía, solo puedo dar una pincelada de las sensaciones y percepciones que en medio de una interesante verborrea nos hace sentir.

Vamos tomando diferentes tapas, mezclando con algunos de los cinco vinos que nos han sido presentados, la mezcla de sabores nos llevan a despertar los sentidos, se abre un abanico de sensaciones, que os recomiendo probéis sin dudarlo.

Lo más destacable de la cata y maridaje, es que en ningún momento aparecen palabras rimbombantes, todo es sencillo, además no hay adivinaciones, primero se toman los productos, se mezclan con el vino adecuado y a posteriori, cada uno obtiene sus sensaciones, estas coinciden con las explicaciones del afamado sumiller, la química de sus palabras refuerza la que se produce en nuestras papilas gustativas, que parecen estirarse y retorcerse ante las diferentes sensaciones.

Terminamos demasiado pronto, el tiempo parece un suspiro cuando estas aprendiendo, viviendo intensamente los sabores, pero todo debe tener un fin, y este llega a nuestra mesa, con una despedida, que suena como un hasta pronto, abandonamos el salón no sin antes hacernos una foto con Lucio, al que damos las gracias. GRACIAS LUCIO.

VUELTA A MADRID.

Salimos del hotel en dirección a Peñafiel, atravesamos la urbe y tomamos hacia Molpeceres, acometemos entonces un llano, tierras de labor de verde esperanza nos acompañan hasta las postrimeras de Cantalejo. Un bello espectáculo de flores temerosas de abrir sus delicados pétalos y de verdes siembras de cereal nos van abandonando para entrar un angosto cañón que poco a poco nos llevará a nuestro siguiente destino.

Castilo de Pedraza

A la salida de una enorme revuelta, se divisa, inhiesta, solitaria, Pedraza. En lo alto del cerro atrincherada en sus murallas medievales. El valle del rio Cega sigue picando hacia arriba y poco a poco nos acercamos a la villa. Aparcamos en las afueras, y entramos al recinto amurallado, paseando por las calles de la medieval villa, nos transporta nuestra imagen a caballos y caballeros, defensas, yelmos, espadas y cotas de malla. Del eco de los cascos de los caballos, solo queda el recuerdo, y algún que otro blasón en las adormecidas paredes de piedra. Bonita y cuidada villa la de Pedraza, no os la perdíais.

Plaza del ayuntamiento.

Después de la visita y el merecido paseo que no hacia falta para estirar las piernas, acometemos los últimos kilómetros para llegar a casa, no tiene nada de destacar, vamos a buen ritmo por carretera y autovía para llegar a comer a casa.

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